16 diciembre, 2013

LAS 3 PELÍCULAS DEL AÑO: SPRING BREAKERS / FRANCES HA / THE HUNT


THE HUNT

The Hunt, el último trabajo de Vinterber ha sido descrito por él mismo como “la antítesis de Festen (La Celebración)”, el éxito dogma de fines de los 90`. Tanto en ella como en The Hunt la perdida de la inocencia y la pedofilia son temas recurrentes, aunque los ángulos desde los cuales construye sean radicalmente opuestos. Es fácil ver esta contracara en lo que resguarda el contenido. Es también posible verlo en el estilo que proyecta su mirada. Mientras en Festen se rueda con la libertad creativa y experimentación propia del movimiento Dogma, The Hunt pareciera resistirse a expresar usos marcados por algún estilo. Así es que para algunos críticos el último trabajo de Vinterberg sea un drama convaleciente: con grandes actuaciones – que le mereció el Cannes a Mads Mikkelsen (Lucas) como mejor actor- pero carente en la mirada que proyecta el lente. Sostener tibiamente la cámara al hombro parece no haber sido suficiente para explotar la fatalidad que emerge cuando la comunidad castiga injustamente a un frágil y genuino individuo como Lucas.

Vinterberg mismo ha mencionado que ha un cierto punto de su carrera le fue imposible continuar desarrollándose. Con Festen habría encontrado su máxima expresión. Años han pasado desde entonces, y muchos tropiezos ha ido teniendo en el camino – It`s all about love, una aventura en un apocalíptico Manhattan es índice de ello-.

Tiempo para experimentar nuevo territorio y madurar sin duda. The Hunt entrega todo ello. Su protagonista Lucas nos proyecta genuino cariño e inspira en otros esa fragilidad; sus amigos se preocupan por él y su soledad, cuida de su perro con ternura y es el preferido de los niños en la guardería. Todo cambia en un momento de celos cuando una de sus pupilas lo acusa falsamente de haberle mostrado sus genitales. Ahí es donde Vinterberg, en apariencia más tranquilo, retorna con violencia. Volvemos a conectar con la profundidad y esa experiencia del mal tan característica en el cine escandinavo –Breaking the Waves y Dancer in the Dark de L. Von Trier son algunos ejemplos- Acá la comunidad se ha volcado en contra de un hombre decente para tratarlo con indecencia, como un paria. El mundo está lleno de maldad, dice el padre de la niña (Thomas Bo Larsen) y el amigo que daña más a Lucas con su acusación, una frase que revela la ceguera del mal y a la comunidad como su portadora.

The Hunt es una película con la que se conecta de inmediato, y un relato que da para pensar. Su carga moral nos recuerda el pensamiento de H. Arendt –el mal como banalidad- y logra reconstruir  la teodicea de Job para nuestra sociedad –porqué yo que hago el bien me va mal-. No es casualidad que este drama transcurra en Navidad. Tampoco es casualidad que The Hunt sea una película de Vinterberg. Este es, a mi criterio, el film con más fibra y empatía del año.

FRANCES HA

Frances Ha ha sido descrita por la dramaturga Annie Baker (New Yorker) como un romance. El platonismo encubierto entre su protagonista Frances (Greta Gerwing, quien también es co-escritora del film) y su compañera de piso y mejor amiga Sophie (Mickey Summer) da cuenta de ello. Algo de romance tiene también la dupla Frances-Benji (Michael  Zegen), su siguiente compañero de piso. Las tensiones, los buenos momentos, la adoración de Benji por Frances, que ambos continúen solteros para el final de la película. Todo ello da para sospechar que la historia está encaminada a que dicha unión se concrete. Pero es la habilidad de Frances para vivir sola, sus logros artísticos y búsqueda espiritual la que nos da esa suerte de final feliz, no la materialización de los romances. ¿Sera acaso que Frances es un romance en si misma?

“Somos la misma persona pero con diferente cabello”, dice nuestra heroína a propósito de Sophie. Y es que con Sophie nos damos cuenta que Frances puede ser ella misma, ahí emerge toda su espontaneidad, y retrata en cierto grado también la espontaneidad con la que hoy los jóvenes nos comunicamos.

Noah Baumbach rescata en Frances Ha una sensibilidad postmoderna. Nos entrega la frescura de New York en un lenguaje contemporáneo propio del cine independiente, pero esta vez con un tributo a toda una tradición estética del cine francés de la nueva ola. Los jóvenes personajes cargados de vida en Godard, las similitudes con la protagonista de Le Rayon Vert (Eric Rohmer) y ese solitario verano que finaliza  encontrando a su media naranja, el repentino viaje de Frances a París. Todas estas referencias en Baumbach son sin duda su propio romance cinematográfico. Que la película haya sido rodada con cámara digital –bastante económica por lo demás- y en blanco y negro hace de Frances Ha un film simultáneamente muy nuevo y muy viejo a la vez.

Esta es una obra llena de magia, tal como Frances ve el mundo y nos los hace ver.

SPRING BREAKERS

Para el comentario, ver la siguiente entrada.
Spring Breakers: hacia una tipología del artista desde el cine de Harmony Korine

06 agosto, 2013

SPRING BREAKERS: Hacia una tipología del artista desde el cine de Harmony Korine



La última película de Harmony Korine, Spring Breakers (2013) ha desatado una incómoda e insoportable acogida por parte del establishment cinematográfico y el público general. The Guardian Film Show Review la ha definido como “un poco de pop y un poco de basura” y a Korine como un director irritante, repetitivo y descerebrado. Algo similar sucede con la página web Internet Movie Database (IMDb) donde Spring Breakers alcanza una escasa puntuación de 5.6/10.

Ciertamente la imagen de Korine como alguien irritante, repetitivo y descerebrado nos hace pensar en un cineasta carente de encanto y creatividad. Sin embargo, es en esos calificativos donde a mi juicio se esconde también la particularidad en la mirada que todo artista requiere, y que como describiré a continuación son indispensables para comprender toda obra de arte.

El antropólogo visual Alfred Gell, analizando el trabajo de Marcel Duchamp argumentaría que las obras completas de un artista no son pura acumulación. En cada una de ellas está siempre presente el sello del creador, un patrón que las distingue del resto y que al mismo tiempo las vincula al conjunto de las obras, ya que es en el artista donde existe una corriente de energía creativa que representa al todo dinámico y estable desplegado en las obras particulares. Ya sea a través de una técnica, una estética, un tema, un género  o un lenguaje determinado, el cineasta no queda ajeno a esta clasificación. Me parece pertinente pensar entonces en el índice del artista –su filmografía- como el lugar donde se asoma con mayor claridad lo que considero un requisito fundamental para esbozar una tipología del arte, esto es la existencia de una pregunta.

Las películas de Korine -desde su participación como guionista en Kids (1995) hasta su más reciente proyecto Spring Breakers- dan cuenta de un director que pone la mirada en los márgenes de lo soportable. Unas más y otras menos, sus películas incomodan, ya sea desde la guata o desde los principios morales. Gummo (1997) por ejemplo responde al primer extremo, una película gore que despliega secuencias tan insoportables como la violación de una niña mentalmente discapacitada por un oscuro y drogadicto adolescente. Mister Lonely (2007) por otro lado se acerca a un cine visualmente más amable, pero no por ello menos innovador en su lenguaje. Los márgenes aquí siguen siendo indefinidos para lo que acostumbramos ver en la industria cinematográfica. En Mister Lonely recordarán a las monjas arrojándose desde un aeroplano en bicicleta, sin protección alguna más que su propia fe, o las predicaciones del sacerdote Werner Herzog ante un hombre que ha sido infiel. Y aunque la apuesta pueda parecer desanclada al resto del relato, es en ese riesgo y método donde Korine logra dar sustento y profundizar la belleza de lo que está filmando. La analogía religiosa nunca deja de ser funcional para empatizar con el mundo interior de Michael Jackson (Diego Luna). Así vemos que en el cine de Korine siempre está la interrogante, la pregunta que madura. Los márgenes indefinidos de la forma y el contenido subversivo de su cine son un indicador de lo que busca. Al menos, eso siempre se encuentra en su filmografía.

La existencia de una pregunta viene siempre acompañada de otra característica capital en este ejercicio: la disposición a la experimentación. Experimentar es requisito para el trabajo creativo, y en gran medida también, para la adaptación y transformación del hombre con su contexto. En una reciente entrevista a propósito del oficio del director, Korine diría que su mirada no pretende describir la realidad, sino más bien crearla, manosearla y explorar en lo que ella nos entrega para trabajarla desde su forma y contexto. A modo de ejemplo, en Spring Breakers el plot se construye como un collage –utiliza una cronología desordenada que ayuda a mantener el suspenso-, una lógica lúdica y muy estimulante visualmente que aparece con el dadaísmo. Es desde esa forma que Korine filma el mundo del pop, con su estética y su música, consiguiendo emocionar hasta aquellos que nos sentimos ajenos a dicha cultura. Tampoco hay coincidencia con el casting: Faith (Selena Gomez) es un esperanzador enlace para acercarnos al mundo cotidiano del pop.

Finalmente, una tercera característica que debe atravesar el oficio del cineasta como artista es la existencia de una creencia. Por creencia entiendo aquí una convicción otorgada por la propia experiencia que busca ser comunicada en la pantalla, la fuente desde donde florece toda inquietud. Ciertamente este impulso es distintivo a la hora de diferenciar al cineasta como artista del cineasta comercial o de grandes estudios. En palabras de Tarkowski:

“El artista comienza allí donde en su idea o en su propia película surge una estructura propia e inconfundible, de las imágenes, un sistema de pensamiento propio en relación con el mundo real, sistema que el director deja luego expuesto al juicio del público, al que ha comunicado sus más profundos sueños. Sólo si presenta su propia visión de las cosas, sólo si así se convierte en una especie de filósofo, el director es realmente un artista y la cinematografía, un arte”


La apuesta de Korine no ha encontrado eco en las grandes salas comerciales, tampoco el encanto de los críticos del circuito cinematográfico. No es el primero y con toda certeza tampoco será el último. Basta mirar en la historia para encontrar una y otra vez este galope a contrapelo en el que el arte se abre camino. A Korine se lo cataloga de irritante, repetitivo y descerebrado, y aunque sin pretenderlo, en esa crítica se ofrecen algunos lineamientos que he buscado aclarar en este artículo: una mirada que se consolida en el tiempo, un cine con sello propio que ofrece márgenes indefinidos de la forma y el contenido de lo que narra. Sin duda, una contribución al campo cinematográfico.


02 enero, 2013

LAS MEJORES 5 PELÍCULAS DEL AÑO


Hacer un ranking se nos debiera hacer a todos una tarea fácil y entretenida de emprender. Es una actividad cotidiana. En muchos dominios de nuestra vida establecemos categorías para clasificar y ordenar. La mayor parte de las veces puntuamos al entorno con el objetivo de ahorrar energía y tomar de él lo que nos resulte grato, conveniente, familiar. Con el cine, para aquellos que disfrutamos de su compañía, pasa algo similar. Y aquí el ejercicio es doble, o más bien uno con dos pretensiones opuestas. Primero, es un ejercicio de identidad personal -la relación que toda entidad mantiene solo consigo misma-. Segundo, es un ejercicio de identidad grupal o cultural, un conjunto de valores, símbolos y creencias que se pretende proyectar para buscar aceptación en una comunidad de interés. En definitiva, tiene algo de vocación, de sobrevivencia, de vanidad y de pretensión. Al menos eso fue lo que se me vino en mente al seleccionar mis películas favoritas del año y decidir esbozar razones.
Es un ejercicio personal, a ratos ascético y tedioso -me impongo el deber de escribir antes que solo disfrutar el placer de clasificar- pero entretenido por donde se lo mire, para aprender a ver más y mejor sin dejar de ver lo menos y lo peor. Y es también un ejercicio con pretensión de compartir cine, como el cartógrafo que crea el mapa de un territorio destacando los lugares que le parezcan relevantes según su propia brújula y criterio. También es un ejercicio de aceptación, que eso quede claro, aunque uno se sienta un poco desnudo al decirlo.
Basta de justificaciones. Sólo una aclaración metodológica.
Las películas seleccionadas corresponden al universo de todas las películas vistas durante el año (unas 100 para redondear, o 2 a la semana si prefieren), la mayoría gracias a la oferta disponible de internet, un tanto en ciclos de cine  y otras pocas en festivales, aunque en este último punto debo reconocer que mi participación ha sido muy pobre. Están quedando fuera potenciales películas clasificadas que aún no he visto pero seguro veré en los próximos días.
Segundo, los criterios de selección han sido de guata y las razones que comentaré en cada una de ellas se deben al gusto y la interpretación de quien les habla, un tipo que en su vida ha tocado una cámara de cine que funcione, pero que tiene una Súper 8 en el pedestal de su casa como si fuera su gran muza. En otras palabras, un fetiche.
Por último. Las películas no están en orden de preferencia, aunque si en orden de espontaneidad en la crítica esbozada -de mayor a menor-

Amour 
M. Haneke, 2012
Parto con Amour, una de las últimas películas vistas en el año, y quizá de las primeras que quise ver. Es que de alguna manera, el cine de Haneke siempre me ha generado altas expectativas. Su mirada es rigurosa, cada escena pareciera contener más de lo que logro captar. Para ver a Haneke viene bien la recomendación de Borges sobre la lectura: “Releer es siempre mejor que leer”. Pero con esto no infiero que su cine sea difícil de apreciar. Haneke en general, y Amour en particular no es un ladrillo como leer a Kant. Se disfruta como un drama, y se entiende conectado a la realidad ordinaria. Que más común –y desafiante- retratar la vejez de una pareja que ha llegado a sus 80, y que más dramático –y común- soportar la agónica enfermedad de uno de ellos.
Amour es un drama, pero al mismo tiempo una historia de amor ¿No es acaso el desenlace de Amour una insoportable fatalidad sobre el amor?
Con Amour no puedo imaginar a un joven cineasta llegando a tal profundidad en el enfoque, sospecharía de tanta sensibilidad, tanta empatía, de diálogos tan eficientes.
A mi gusto es una de las mejores películas de Haneke, porque conserva toda su lógica y talento cinematográfico, y porque le adhiere la sabiduría de la vejez. Mal que mal Haneke ya está en sus 70, y Amour termina siendo un gran testimonio de la ancianidad.

Moonrise Kingdom 
W. Anderson, 2012
Si se recomienda ver más de una vez el cine de Haneke para comprender mejor el drama, se recomienda también ver más de una vez las películas de Anderson, aunque aquí la pretensión sea absolutamente distinta. En este caso el impulso es menos de fondo y más de forma. Los recursos que utiliza para comunicar los mensajes están siempre cruzados por un meticuloso cuidado de la estética, siendo a veces el significante -imagen- más importante que el significado. Es cosa de detenerse y observar cada composición de colores en Moonrise Kingdom: La encargada de Servicios Sociales (Tilda Swinton) está siempre rodeada de colores fríos –azules, blancos- que nos habla de su personalidad, o en la escena que Capitán Sharp (Bruce Willis) telefonea a la supuesta familia del scout fugado Sam (Jared Gilman) y que resultan ser unos padres adoptivos que no desean recibirlo. Más allá del contenido, ojo en la composición estética, todo parece estar minuciosamente ordenado: la chaqueta combina con las cortinas, la mesa con el ventilador, el teléfono y la puerta, el termo con el mueble, etc. Una imagen vale más que mil palabras, y lo que en este caso muestra es que Anderson es un tipo extremadamente cuidadoso, amante del detalle y que probablemente no siempre sea grato trabajar con él, sobre todo si estás en  dirección de arte: más de una vez te va a joder.
Este es un rasgo transversal en el cine de Anderson, y lo mismo sucede con su estilo para filmar. Tiene estilo, valga la redundancia. Diría que sus encuadres, la fotografía, sus planos de secuencia, han pasado a ser un paradigma en las escuelas de cine, no sé si por su eficiencia o su originalidad, pero cada vez comienzan a verse más a menudo en directores emergentes.
Con Moonrise Kingdom repito el patrón que utilicé con Amour. Esta película tiene todo el talento de Anderson y a mi gusto, corrige  un error que para otros puede significar la virtud de su mirada. Es que el cine de Anderson siempre me ha parecido grandioso en la propuesta visual, pero inconexo en el contenido. Al cabo de ver sus películas siempre he quedado con esa sensación ambivalente, algo no termino de hilar en su humor dramático. Me sucedió con Bottle Rocket (1996), Rushmore (1998), The Royal Tenenbaums (2001) mucho con The Life Aquatic with Steve Zissou (2004) y algo menos con The Darjeeling Limited (2007). Con Moonrise Kingdom nada de eso me paso, todo lo contrario. Por primera vez disfrutaba una obra en su conjunto, cada vez que la volvía a revisar encontraba más riqueza en su guión tanto como en su estética. Era predecible entonces que mi comentario al salir del cine fuera tan tajante: esta película es una bomba.

Tabu 
M. Gomes, 2012
Con Tabú la experiencia es distinta. De partida, no sabía quien fuera Miguel Gomes, su director. Segundo, no habían expectativas de por medio. Como diría  el merchandising: “La sorpesa del año”, “Gomes filma como escribiera Pesoa” “Una película que no puedes dejar de ver”. Al final, aunque no lo quiera creer, hacer un ranking es todo eso también.
Al enterarme que se trataría de una película filmada en blanco y negro, que la mayor parte del relato transcurriría en un flashback con una voz en off narrando el pasado, sin diálogos y con solo algunos efectos de sonido, no imaginé necesariamente que vería una película de carácter experimental, más bien pensé en un cine de antaño, con el cual tuve siempre un torpe prejuicio: juzgaba sin tener siquiera conocimiento de lo que juzgaba. Pura ignorancia.
Tampoco sabía que fuera una película rindiéndole homenaje al cine mudo. Leyendo un artículo de Carlos Reviriego me enteraba que la última película que realizara W.Murnau se llamaba Tabú (1931), siendo el mismo director -el más grande cineasta de la historia por lo demás, según Eric Rohmer- quien viajara a las islas Bora Bora para filmar la trágica historia de un romance prohibido. Para quienes ya hemos visto Tabu (2012)  suena a historia conocida. Para los que no la hayan visto aún, que suene como incentivo.
A Gomes se lo reconoce como un autor experimental, audaz y posmoderno. Tabú apela a universos oníricos, divide el relato en dos bloques, juega con el tiempo: Paraíso -el presente- y Paraíso Perdido -el pasado-. Es en definitiva una película desobediente con la cátedra con un público diría yo, que la termina aceptando, porque con todo, Tabú (2012) tiene mucha coherencia y justifica sus recursos. Es además, una película que utiliza la fórmula secreta del cine: chico conoce a chica,  luego chico y chica se enamoran, pero saben que su romance es uno prohibido, un tabú.

El Último Elvis 
A. Bó, 2012)
Se hace difícil ponderar esta película con la espontaneidad que se ponderara a las anteriores, con directores tan consagrados como Haneke y Anderson, y con una Tabú cargada de propuestas saludables para el cine de autor. Me resistía a darle la medalla y sin embargo aquí está entre las favoritas. Ahora con gusto doy las razones.
Para partir, El Último Elvis es la opera prima del argentino Armando Bó, cineasta emergente proveniente de una familia dedicada al rubro (nieto del director Armando Bó, hijo del actor y productor cinematográfico Victor  Bó). Poco sabía entonces lo que pudiera resultar de su propuesta como director.  Algunos apuntes tenía de su trabajo como guionista leyendo un blog de Diego Batlle: Biutiful de A. Gonzalez Iñárritu, había sido escrita por Bó y Giacobone, pero eso no me era suficiente para juzgar.
Primero que todo, un aplauso para ser su primera realización. El Último Elvis es una película convencional, clásica desde lo narrativo, aunque no por eso menos arriesgada. Segundo, el trabajo visual es de primera categoría y un soporte necesario para desarrollar el clima y los estados anímicos por los que atraviesan los personajes. La casa en Avellaneda de Carlos Gutiérrez (John Mclnerny) lo ejemplifica en parte, como también ejemplifica el cuidado que se le presta a la selección de locaciones -muy atractivas por lo demás-, casi siempre con un aura melancólica y tonos ocres para aludir estéticas setenteras.
Segundo, la actuación de John Mclnerny en el papel de Carlos Gutiérrez, el imitador de Elvis Presley, es simplemente brillante. Que quede claro, John Mclnerny no es actor, su profesión es la arquitectura y alguien que por los sábados le rinde tributo a Elvis con su banda “Elvis Vive”. Naturalmente un no-actor pierde mucha fuerza cuando toca desarrollar escenas densas a lo largo de una obra, y esta no es la excepción, pero en los seductores planos musicales, que son la carne de esta película, Mclnerny es el rey, es El Último Elvis.
Tenemos entonces un director primerizo trabajando con un arquitecto como imitador del Rey del Rock. Todo indica que el resultado sea probablemente desastroso -por eso no creo en las estadísticas, o más bien en su producto, las predicciones-. Tenemos además, una reflexión interesante que atrae por su vigencia y masificación: la imitación. ¿Acaso no se nos viene de inmediato en mente ese conocido –familiar, amigo, vecino- que pretende ser alguien que no es? En este respecto, El Último Elvis nos recuerda a la interesante película de H. Korine, Mister Lonely (2007) donde Diego Luna representa al rey del pop: Michel Jackson. Era de esperar: Elvis no podía quedar fuera de este juego, y esta película le rinde un digno tributo. El Último Elvis es por lejos la mejor propuesta vista en el año de los directores emergentes. Chapeau

Killing them Softly
A. Dominik, 2012
De haber elaborado un ranking el 2007 –muy buen año cinematográfico por lo demás-, sin duda que Dominik habría estado con The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford (2007). Pero no lo hice, por eso este año corría con ventaja y reconozco que lo selecciono con un ojo a medio cerrar. 
En este film, Dominik sigue indagando en el mundo criminal de los EEUU. De los cowboys en el oeste se pasa a la mafia contemporánea, al submundo del hampa en el sur del país. Y lejos de las balas, la sangre y la acción que se esperaría de una taquillera película gansteril, Killing them Softly está construida a base de largos diálogos, una película “Tarantino-esca” como la ha tratado la crítica. Es cierto, la mayoría de los diálogos transcurren en un automóvil, también es cierto que las conversaciones, previas a las escenas de violencia, son tan banales como las del Royale with Cheese de Pulp Fiction. Acá sin embargo, el crimen, la violencia y la corrupción –tópicos cotidianos entre los personajes- se yuxtaponen a los discursos de Obama y a la situación política y económica de Norteamérica. El submundo criminal y la política estatal parecieran correr en la misma dirección. Perturbadora película, sobretodo su inicio -inevitable no recordar No Country for Old Men (2007), de los hermanos Coen-
Otro tanto con respecto al guion. Dirigir una película así, con diálogos tan largos no es una empresa fácil de emprender. En esta apuesta, Dominik encuentra interesantes maneras de transmitir tensión, se atreve con apuestas visuales aunque a ratos parezcan sacadas de contexto -me refiero específicamente a las alucinaciones de Russell-
Killing them Softly es una película que mezcla explícitamente ficción y realidad, una fórmula enteramente cinematográfica. Que a veces la realidad supere la ficción es una buena etiqueta para esta propuesta aunque el acento esté puesto en los aspectos negativos, al menos cuando de política y mercado económico se trata.


Otras películas destacadas

Holly Motors 
L. Carax, 2012








No 
P. Larraín, 2012









Rust & Bone
J. Audrilard, 2012









Into the Abbys 
W. Herzog, 2012








La Guerre est Déclarée
V. Donzelli, 2011