02 enero, 2013

LAS MEJORES 5 PELÍCULAS DEL AÑO


Hacer un ranking se nos debiera hacer a todos una tarea fácil y entretenida de emprender. Es una actividad cotidiana. En muchos dominios de nuestra vida establecemos categorías para clasificar y ordenar. La mayor parte de las veces puntuamos al entorno con el objetivo de ahorrar energía y tomar de él lo que nos resulte grato, conveniente, familiar. Con el cine, para aquellos que disfrutamos de su compañía, pasa algo similar. Y aquí el ejercicio es doble, o más bien uno con dos pretensiones opuestas. Primero, es un ejercicio de identidad personal -la relación que toda entidad mantiene solo consigo misma-. Segundo, es un ejercicio de identidad grupal o cultural, un conjunto de valores, símbolos y creencias que se pretende proyectar para buscar aceptación en una comunidad de interés. En definitiva, tiene algo de vocación, de sobrevivencia, de vanidad y de pretensión. Al menos eso fue lo que se me vino en mente al seleccionar mis películas favoritas del año y decidir esbozar razones.
Es un ejercicio personal, a ratos ascético y tedioso -me impongo el deber de escribir antes que solo disfrutar el placer de clasificar- pero entretenido por donde se lo mire, para aprender a ver más y mejor sin dejar de ver lo menos y lo peor. Y es también un ejercicio con pretensión de compartir cine, como el cartógrafo que crea el mapa de un territorio destacando los lugares que le parezcan relevantes según su propia brújula y criterio. También es un ejercicio de aceptación, que eso quede claro, aunque uno se sienta un poco desnudo al decirlo.
Basta de justificaciones. Sólo una aclaración metodológica.
Las películas seleccionadas corresponden al universo de todas las películas vistas durante el año (unas 100 para redondear, o 2 a la semana si prefieren), la mayoría gracias a la oferta disponible de internet, un tanto en ciclos de cine  y otras pocas en festivales, aunque en este último punto debo reconocer que mi participación ha sido muy pobre. Están quedando fuera potenciales películas clasificadas que aún no he visto pero seguro veré en los próximos días.
Segundo, los criterios de selección han sido de guata y las razones que comentaré en cada una de ellas se deben al gusto y la interpretación de quien les habla, un tipo que en su vida ha tocado una cámara de cine que funcione, pero que tiene una Súper 8 en el pedestal de su casa como si fuera su gran muza. En otras palabras, un fetiche.
Por último. Las películas no están en orden de preferencia, aunque si en orden de espontaneidad en la crítica esbozada -de mayor a menor-

Amour 
M. Haneke, 2012
Parto con Amour, una de las últimas películas vistas en el año, y quizá de las primeras que quise ver. Es que de alguna manera, el cine de Haneke siempre me ha generado altas expectativas. Su mirada es rigurosa, cada escena pareciera contener más de lo que logro captar. Para ver a Haneke viene bien la recomendación de Borges sobre la lectura: “Releer es siempre mejor que leer”. Pero con esto no infiero que su cine sea difícil de apreciar. Haneke en general, y Amour en particular no es un ladrillo como leer a Kant. Se disfruta como un drama, y se entiende conectado a la realidad ordinaria. Que más común –y desafiante- retratar la vejez de una pareja que ha llegado a sus 80, y que más dramático –y común- soportar la agónica enfermedad de uno de ellos.
Amour es un drama, pero al mismo tiempo una historia de amor ¿No es acaso el desenlace de Amour una insoportable fatalidad sobre el amor?
Con Amour no puedo imaginar a un joven cineasta llegando a tal profundidad en el enfoque, sospecharía de tanta sensibilidad, tanta empatía, de diálogos tan eficientes.
A mi gusto es una de las mejores películas de Haneke, porque conserva toda su lógica y talento cinematográfico, y porque le adhiere la sabiduría de la vejez. Mal que mal Haneke ya está en sus 70, y Amour termina siendo un gran testimonio de la ancianidad.

Moonrise Kingdom 
W. Anderson, 2012
Si se recomienda ver más de una vez el cine de Haneke para comprender mejor el drama, se recomienda también ver más de una vez las películas de Anderson, aunque aquí la pretensión sea absolutamente distinta. En este caso el impulso es menos de fondo y más de forma. Los recursos que utiliza para comunicar los mensajes están siempre cruzados por un meticuloso cuidado de la estética, siendo a veces el significante -imagen- más importante que el significado. Es cosa de detenerse y observar cada composición de colores en Moonrise Kingdom: La encargada de Servicios Sociales (Tilda Swinton) está siempre rodeada de colores fríos –azules, blancos- que nos habla de su personalidad, o en la escena que Capitán Sharp (Bruce Willis) telefonea a la supuesta familia del scout fugado Sam (Jared Gilman) y que resultan ser unos padres adoptivos que no desean recibirlo. Más allá del contenido, ojo en la composición estética, todo parece estar minuciosamente ordenado: la chaqueta combina con las cortinas, la mesa con el ventilador, el teléfono y la puerta, el termo con el mueble, etc. Una imagen vale más que mil palabras, y lo que en este caso muestra es que Anderson es un tipo extremadamente cuidadoso, amante del detalle y que probablemente no siempre sea grato trabajar con él, sobre todo si estás en  dirección de arte: más de una vez te va a joder.
Este es un rasgo transversal en el cine de Anderson, y lo mismo sucede con su estilo para filmar. Tiene estilo, valga la redundancia. Diría que sus encuadres, la fotografía, sus planos de secuencia, han pasado a ser un paradigma en las escuelas de cine, no sé si por su eficiencia o su originalidad, pero cada vez comienzan a verse más a menudo en directores emergentes.
Con Moonrise Kingdom repito el patrón que utilicé con Amour. Esta película tiene todo el talento de Anderson y a mi gusto, corrige  un error que para otros puede significar la virtud de su mirada. Es que el cine de Anderson siempre me ha parecido grandioso en la propuesta visual, pero inconexo en el contenido. Al cabo de ver sus películas siempre he quedado con esa sensación ambivalente, algo no termino de hilar en su humor dramático. Me sucedió con Bottle Rocket (1996), Rushmore (1998), The Royal Tenenbaums (2001) mucho con The Life Aquatic with Steve Zissou (2004) y algo menos con The Darjeeling Limited (2007). Con Moonrise Kingdom nada de eso me paso, todo lo contrario. Por primera vez disfrutaba una obra en su conjunto, cada vez que la volvía a revisar encontraba más riqueza en su guión tanto como en su estética. Era predecible entonces que mi comentario al salir del cine fuera tan tajante: esta película es una bomba.

Tabu 
M. Gomes, 2012
Con Tabú la experiencia es distinta. De partida, no sabía quien fuera Miguel Gomes, su director. Segundo, no habían expectativas de por medio. Como diría  el merchandising: “La sorpesa del año”, “Gomes filma como escribiera Pesoa” “Una película que no puedes dejar de ver”. Al final, aunque no lo quiera creer, hacer un ranking es todo eso también.
Al enterarme que se trataría de una película filmada en blanco y negro, que la mayor parte del relato transcurriría en un flashback con una voz en off narrando el pasado, sin diálogos y con solo algunos efectos de sonido, no imaginé necesariamente que vería una película de carácter experimental, más bien pensé en un cine de antaño, con el cual tuve siempre un torpe prejuicio: juzgaba sin tener siquiera conocimiento de lo que juzgaba. Pura ignorancia.
Tampoco sabía que fuera una película rindiéndole homenaje al cine mudo. Leyendo un artículo de Carlos Reviriego me enteraba que la última película que realizara W.Murnau se llamaba Tabú (1931), siendo el mismo director -el más grande cineasta de la historia por lo demás, según Eric Rohmer- quien viajara a las islas Bora Bora para filmar la trágica historia de un romance prohibido. Para quienes ya hemos visto Tabu (2012)  suena a historia conocida. Para los que no la hayan visto aún, que suene como incentivo.
A Gomes se lo reconoce como un autor experimental, audaz y posmoderno. Tabú apela a universos oníricos, divide el relato en dos bloques, juega con el tiempo: Paraíso -el presente- y Paraíso Perdido -el pasado-. Es en definitiva una película desobediente con la cátedra con un público diría yo, que la termina aceptando, porque con todo, Tabú (2012) tiene mucha coherencia y justifica sus recursos. Es además, una película que utiliza la fórmula secreta del cine: chico conoce a chica,  luego chico y chica se enamoran, pero saben que su romance es uno prohibido, un tabú.

El Último Elvis 
A. Bó, 2012)
Se hace difícil ponderar esta película con la espontaneidad que se ponderara a las anteriores, con directores tan consagrados como Haneke y Anderson, y con una Tabú cargada de propuestas saludables para el cine de autor. Me resistía a darle la medalla y sin embargo aquí está entre las favoritas. Ahora con gusto doy las razones.
Para partir, El Último Elvis es la opera prima del argentino Armando Bó, cineasta emergente proveniente de una familia dedicada al rubro (nieto del director Armando Bó, hijo del actor y productor cinematográfico Victor  Bó). Poco sabía entonces lo que pudiera resultar de su propuesta como director.  Algunos apuntes tenía de su trabajo como guionista leyendo un blog de Diego Batlle: Biutiful de A. Gonzalez Iñárritu, había sido escrita por Bó y Giacobone, pero eso no me era suficiente para juzgar.
Primero que todo, un aplauso para ser su primera realización. El Último Elvis es una película convencional, clásica desde lo narrativo, aunque no por eso menos arriesgada. Segundo, el trabajo visual es de primera categoría y un soporte necesario para desarrollar el clima y los estados anímicos por los que atraviesan los personajes. La casa en Avellaneda de Carlos Gutiérrez (John Mclnerny) lo ejemplifica en parte, como también ejemplifica el cuidado que se le presta a la selección de locaciones -muy atractivas por lo demás-, casi siempre con un aura melancólica y tonos ocres para aludir estéticas setenteras.
Segundo, la actuación de John Mclnerny en el papel de Carlos Gutiérrez, el imitador de Elvis Presley, es simplemente brillante. Que quede claro, John Mclnerny no es actor, su profesión es la arquitectura y alguien que por los sábados le rinde tributo a Elvis con su banda “Elvis Vive”. Naturalmente un no-actor pierde mucha fuerza cuando toca desarrollar escenas densas a lo largo de una obra, y esta no es la excepción, pero en los seductores planos musicales, que son la carne de esta película, Mclnerny es el rey, es El Último Elvis.
Tenemos entonces un director primerizo trabajando con un arquitecto como imitador del Rey del Rock. Todo indica que el resultado sea probablemente desastroso -por eso no creo en las estadísticas, o más bien en su producto, las predicciones-. Tenemos además, una reflexión interesante que atrae por su vigencia y masificación: la imitación. ¿Acaso no se nos viene de inmediato en mente ese conocido –familiar, amigo, vecino- que pretende ser alguien que no es? En este respecto, El Último Elvis nos recuerda a la interesante película de H. Korine, Mister Lonely (2007) donde Diego Luna representa al rey del pop: Michel Jackson. Era de esperar: Elvis no podía quedar fuera de este juego, y esta película le rinde un digno tributo. El Último Elvis es por lejos la mejor propuesta vista en el año de los directores emergentes. Chapeau

Killing them Softly
A. Dominik, 2012
De haber elaborado un ranking el 2007 –muy buen año cinematográfico por lo demás-, sin duda que Dominik habría estado con The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford (2007). Pero no lo hice, por eso este año corría con ventaja y reconozco que lo selecciono con un ojo a medio cerrar. 
En este film, Dominik sigue indagando en el mundo criminal de los EEUU. De los cowboys en el oeste se pasa a la mafia contemporánea, al submundo del hampa en el sur del país. Y lejos de las balas, la sangre y la acción que se esperaría de una taquillera película gansteril, Killing them Softly está construida a base de largos diálogos, una película “Tarantino-esca” como la ha tratado la crítica. Es cierto, la mayoría de los diálogos transcurren en un automóvil, también es cierto que las conversaciones, previas a las escenas de violencia, son tan banales como las del Royale with Cheese de Pulp Fiction. Acá sin embargo, el crimen, la violencia y la corrupción –tópicos cotidianos entre los personajes- se yuxtaponen a los discursos de Obama y a la situación política y económica de Norteamérica. El submundo criminal y la política estatal parecieran correr en la misma dirección. Perturbadora película, sobretodo su inicio -inevitable no recordar No Country for Old Men (2007), de los hermanos Coen-
Otro tanto con respecto al guion. Dirigir una película así, con diálogos tan largos no es una empresa fácil de emprender. En esta apuesta, Dominik encuentra interesantes maneras de transmitir tensión, se atreve con apuestas visuales aunque a ratos parezcan sacadas de contexto -me refiero específicamente a las alucinaciones de Russell-
Killing them Softly es una película que mezcla explícitamente ficción y realidad, una fórmula enteramente cinematográfica. Que a veces la realidad supere la ficción es una buena etiqueta para esta propuesta aunque el acento esté puesto en los aspectos negativos, al menos cuando de política y mercado económico se trata.


Otras películas destacadas

Holly Motors 
L. Carax, 2012








No 
P. Larraín, 2012









Rust & Bone
J. Audrilard, 2012









Into the Abbys 
W. Herzog, 2012








La Guerre est Déclarée
V. Donzelli, 2011