13 julio, 2011

Nuit et Brouillard (1995) de Alain Resneis

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Memoria, Modernidad y Holocausto: Una aproximación pragmática del mal

«Todos nosotros somos culpables de todo y de todos ante todos, y yo más que los otros» Emmanuel Levinas.

Noche y niebla se nos presenta como un film esclarecedor y necesario para recuperar nuestra frágil memoria sobre el holocausto, esa memoria que busca olvidar la gran industria nazi y que hoy prefiere ver en colores las bellas praderas donde yacen innumerables cuerpos violentados, deshumanizados y calcinados por el nazismo. La memoria se nos entrega en blanco y negro, con imágenes crudas de difícil digestión y planos de secuencia que nos invita a reconocernos en el sufrimiento y el dolor de los judíos en Auschwitz. Quizá toda esa brutalidad  recuperada por el lente, y el gran montaje realizado por Alain Resnais -que no solo se encarga de recolectar y seleccionar el material visual, sino también de acompañarlo musicalmente con el himno alemán tocado nostálgicamente y con la voz en off del propio director que narra con tranquilizadora calma la historia que allí se fue tejiendo- hacen de este documental una gran ironía a nuestra condición humana, haciéndonos ver ese espejo enterrado para observar nuestro rostro más feo y cruel.
 Esa memoria Resnais la contrasta con paisajes armónicos; pájaros volando, bellos árboles y grandes extensiones de verde tocados por un imponente sol nos sitúan en el presente desde donde el director nos habla e invita a reflexionar sobre la temática del mal: 

Incluso un paisaje tranquilo.
Incluso una pradera, con cuervos volando, con siegas y con hogueras de hierba.
Incluso una carretera por donde pasan los coches, los labradores, las parejas.
Incluso un pueblo de veraneo con campanario y feria,
pueden transformarse simplemente en un campo de concentración.
Struthof, Oranienburg, Auschwitz, Neuengamme, Belsen,Ravensbruck, Dachau.
Nombres, como cualquier otro en los mapas y guías. (1955)

 Este es el punto de partida del documental y tiene un claro presupuesto: El mal está en el mundo, en la acción del hombre.

 Antaño, el mundo ofrecía siempre, casi a cada instante, sucesos en los que Dios parecía operar palpablemente como cosa y no solo en cuanto causa trascendente (Rahner, 1967). La cultura azteca, por ejemplo, realizaba grandes sacrificios humanos para que las divinidades no los abandonaran en la oscuridad, por lo que la experiencia del abandono y el mal estuvieron por mucho tiempo alejados de la voluntad del hombre. Sin embargo la tradición judeo-cristiana ha entregado algunas claves para comprender el mal en el mundo a través de la idea de una creación originariamente buena –Dios creador- pero en la que habita el hombre manchado por la marca del pecado original. El mundo está desencantado (Weber) y la experiencia del mal radical de Job –teodicea- así lo confirma:

¡Porqué yo que he hecho el bien me va mal!

 Para Kant, la experiencia del mal ya no puede centrarse en la naturaleza extrahumana característica de las sociedades tradicionales, como tampoco en la naturaleza humana biológicamente inmutable –algo así como una predisposición genética a la maldad-, sino que se desarrolla a partir del uso de la libertad y la razón, donde lo moralmente malo no es sino nuestra propia acción (1975), de modo tal que Kant nos invita a una aproximación pragmática del mal. Es en esta línea que el film Noche y Niebla  nos presenta la importancia de explicar el holocausto a partir de la acción humana y desde el prisma de una sociedad moderna altamente racionalizada. Una sociedad que dio a luz, entre otras cosas, a Auschwitz.

 Alains Resnais, adelantándose a la deficiente explicación del holocausto por parte de la sociología de entonces, pareciera estar en sintonía con lo que Zygmunt Bauman describiera en 1989 en su libro “Modernidad y Holocausto” a propósito de las condiciones sociales –de la modernidad- que permitieron dar funcionamiento a la maquinaria nazi y lograr eficientes resultados para la finalidad de su proyecto. Bauman establece una estrecha relación entre los campos de concentración y cualquier otra fábrica de tipo industrial. Auschwitz, Struthof, Oranienburg y los otros campos, contaban con la misma estructura técnica y logística de cualquier empresa moderna. Había burócratas, ingenieros y licitadores, y el éxito de la industria se explicaba por el resultado de un funcionamiento eficiente, al igual que una empresa de automóviles, alimentos o jabones.     Resnais no está ajeno a los argumentos esbozados por Bauman:

 Un campo de concentración se construye como un estadio o un gran hotel. Con los inversores, estimaciones, con la competencia, y sin duda con algún que otro soborno. (1955)

 Por consiguiente, si las condiciones sociales que hicieron posible aparecer a Auschwitz son las mismas que han regido el funcionamiento de la producción moderna, entonces el holocausto se presenta como la otra cara –esa cara oscura y oculta- de la modernidad. ¿Qué es Auschwitz sino el perfecto resultado de lo que Weber definiera como una administración moderna en la que prima el cálculo de la eficiencia?
 El objetivo del nazismo era hacer de Alemania una zona libre de judíos –judeifrei- y los métodos empleados no fueron más que la elección de medios eficientes para lograr el objetivo propuesto. De ahí que Bauman trate al holocausto como un hijo más de los principios de la racionalidad moderna, y donde por primera vez los asesinatos a gran escala se realizaban desde el escritorio:

“No debemos olvidar que la mayor parte de las personas que participaron en el genocidio no dispararon rifles contra niños judíos ni vertieron gas en las cámaras…Casi todos los burócratas redactaron memorándums, elaboraron anteproyectos, hablaron por teléfono y participaron en conferencias. Destruyeron a mucha gente sentados desde sus escritorios” (Bauman, 1989).

 Otra prueba de la eficiencia con la cual operó el nazismo fue desarrollar un aumento de la distancia física y psíquica entre el acto de asesinar a los judíos y los efectos que tiene en la conciencia del ejecutor, es decir, desarrolló una invisibilidad moral que invalida el significado moral del acto y por lo tanto anula todo conflicto entre las normas personales de la decencia moral y la inmoralidad de las consecuencias sociales del acto (Bauman, 1989). Primero se asesinaba a los judíos a distancia, ametrallando a las víctimas a quemarropa. Esta visibilidad de la víctima era aún un método primitivo y poco eficiente –muchas personas matan a pocas personas-, y a la vez peligroso para la moral de los autores. De ahí que posteriormente aparezcan las cámaras de gas como técnicas más eficientes –pocas personas matan a muchas personas- y en donde se separa ópticamente a los asesinos de sus víctimas. Alains Resnais también está consciente del cálculo de la eficiencia desplegado por el nazismo:

Matar a mano lleva su tiempo. Se encargan Cilindros de gas zyklon. Nada distingue la cámara de gas de un bloque común.
(…) Cuando el crematorio era insuficiente se hacían hogueras. Sin embargo, los nuevos hornos pueden absorber varios miles de cuerpos al día. (1955)

 Los judíos fueron completamente deshumanizado por el nazismo, se los trató como objetos: tatuados, numerados, clasificados, nos dice Resnais. El nazismo fue capaz de romper la empatía con el judío y quedar completamente indiferente ante su sufrimiento. Acaso el burócrata nazi, los soldados que no dirimen, los que siguen las órdenes, los leales al Führer. ¿No son todos ellos un fiel retrato del mal?

"Yo no soy responsable," dice el capo. "Yo no soy responsable," dice el oficial. "Yo no soy responsable."
Entonces, ¿quién es el responsable? (Resnais, 1955)

 Ciertamente la pregunta planteada por Resnais alude a la maquinaria moderna. El capo y el oficial simplemente seguían órdenes. Eichmann era un gran burócrata que licitó y diseñó las líneas férreas europeas con destino a Auschwitz, cumpliendo con las órdenes de Hitler, su superior. A su vez Himmler se concentraba en el aniquilamiento judío de tal modo que fuera lo más productivo posible. Sin embargo, y de forma lamentable, luego de terminada la guerra muchos participantes de la SS alemana –y el mismo Eichmann quien tuvo gran brillantez mental para cumplir con sus tareas- no fueron capaces de reconocer las consecuencias que tuvieron sus actos, declarándose inocentes frente al exterminio realizado.

 Esto me lleva a pensar que la amenaza del mal radica en el discernimiento que se tiene  antes de realizar una acción y que tal discernimiento sigue estando fragmentado por el limitado espacio que deja la estructura moderna para realizar tales juicios. Nuestro tiempo no es tan distinto a los días del holocausto, pues ayer y hoy la eficiencia ha logrado posicionarse como un valor social y no simplemente como una característica requerida en determinados oficios. La eficiencia justamente termina por hacernos realizar acciones sin discernir la finalidad de ésta, aboliendo muchas veces nuestra necesidad de contemplación y ocio.

Noche y Niebla es memoria y experiencia del mal. Trabaja con el tiempo y lo fija para conservarlo en una cinta que recibimos las nuevas generaciones y las que están por venir (Tarkovski, 1991). Es quizá un valioso recurso para revertir éticamente aquellas acciones que dieron paso al holocausto y recordar tantas otras que han golpeado a otros pueblos y a otras personas. Quizá por ello hoy en día, incluso los paisajes tranquilos, incluso la pradera, escondan maldad, no solo la del genocidio nazi, sino también la de las desigualdades materiales de nuestro continente actual. No solo la deshumanización de los judíos, sino también la humillación e indiferencia hacia tantos otros rostros que sin querer saberlo, dañamos.
 La relación que Bauman ha establecido entre modernidad y holocausto nos invita también a cuestionarnos las presentes estructuras sociales y lo que ellas generan, pues pareciera ser que no ha desaparecido ninguna de las condiciones sociales que hicieron que Auschwitz fuera posible y no se ha tomado ninguna medida efectiva para evitar que esas posibilidades y principios generen nuevas catástrofes semejantes.


Bibliografía

Libros

·         Bauman, Zygmunt (1989). Modernidad y Holocausto. Ediciones Sequitur, Madrid. pp. 272.

·         Kant, Immanuel (1975). Crítica de la razón práctica. España, Madrid

·         Rahner, Karl (1967). Teología y ciencias naturales: La teología ante la exigencia de las ciencias naturales. Traducción por Jesús Aguirre. Madrid. Taurus.

·         Tarkovski, Andrei (1991). Esculpir en el tiempo. Reflexiones sobre el cine. Traducción por Enrique Banús, Rialp, Madrid.

DVD

·         Alain Resneis (1955). Nuit et Brouillard

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